allí estaba yo en la recepción de la oficina esperando al señor Daniel para la reunión que estaba prevista dentro de media hora.
No había nadie más en la recepción excepto la recepcionista. Y en ese instante entró por la puerta el hombre más hermoso y atractivo que jamás había visto. Alto, moreno, de ojos oscuros y cuerpo atlético. Se acercó a mí con una sonrisa seductora.
─ Señorita. —Susurró con la voz más sexy que jamás había escuchado. –Es un placer conocerla.
A modo de saludo cogió mi mano y la besó; fue un beso muy sensual, recorrió mi cuerpo con una mirada caliente, un escalofrío de placer recorrió mi columna como la miel caliente.
─ El placer es mío señor Daniel. Si me acompaña por favor le mostraré el camino a la sala de reuniones.
Con un asentimiento de cabeza me siguió al ascensor. Cuando entre en él, parecía que se hacía más pequeño a medida que subía.
Daniel estaba detrás de mí, tan pegado que podía sentir su calor corporal. Con un dedo recorrió mi columna vertebral, un escalofrío fue mi respuesta. En ese instante el ascensor se paró en seco, se apagó la luz y se encendió la de emergencias.
Estar con aquel hombre tan atractivo en el mismo espacio y tan pequeño no podía ser bueno, mis pensamientos tomaron el camino pecaminoso. En mi cerebro buscaba una y otra vez la misma pregunta como besaría; como seria estar con ese hombre desnudo, ya era hermoso, pero desnudo debía ser más hermoso aún.
Sentí sus manos en mi cintura, y sus besos en mi cuello. Dejé caer la cabeza hacia atrás para dejarle mejor acceso y un suave gemido se escapó de mi garganta a modo de respuesta. Me agarré de sus manos y él la llevo a mis pechos, masajeándolos con suavidad, desabotonó mi camisa, dejando a la vista mi sujetador de encaje negro. Entre beso y beso se deshizo también de él, dejando mis pechos bajo el calor abrasador de su mirada. En ese momento sentí que perdía todo tipo de vergüenza.
Me gire entre sus brazos para quedar justamente frente a él. Lo miré a los ojos mientras acariciaba su pelo, me puse de puntillas y lo besé con ansia, como nunca antes había besado. Él correspondió a mi beso con la maestría de todo un experto en la seducción.
Subió mi falda hasta mi cintura, dejándome solo con las medias y los tacones. Le desabroché la camisa, dejando al descubierto aquel maravilloso cuerpo bronceado. Era tan hermoso como un adonis.
Sin parar de besarnos con ansia me pegó a la pared del ascensor, mientras acariciaba mis pechos y pellizcaba mis pezones. No pude evitarlo y un ronroneo de satisfacción se me escapó de mi garganta.
Daniel bajó por mi cuello hasta mis senos los besó, los lamió y mordisqueo; nunca había sentido tanto placer como con él.
Bajó con besos suaves como plumas por mi torso hasta llegar a mi entrepierna. Subió mi pierna derecha a su hombro, dejando frente a él el total acceso de mi sexo. Me miró a los ojos mientras pasaba la lengua por mi clítoris, ese acto me hizo gemir tan fuerte que pensé que nos escucharía alguien. Sonrió. Tenía el aspecto de Lucifer dándose el atracón de su vida con una virgen. Era hermoso aun pareciendo peligroso. Volvió a pasar la lengua con más rapidez esta vez y repetidas veces algo que me hizo volverme loca y desear más aun, noté como introducía un dedo en mi vagina, para volverlo a sacar después; proteste en respuesta a ello, y él soltó una risa ronca.
─ Te gusta ¿verdad? –Me dijo haciéndolo más rápido esta vez.
─ Umhhgg… Sí… Sí, no pares… –Era lo único que podía acertar a decir.
No podía pensar, ni reaccionar, mi cuerpo tomaba el mando y Daniel estaba dándome el mayor placer de mi vida.
─ Eres tan sensual, tan sensible y caliente… eres un volcán, preciosa. –Dijo mientras lo hacía más rápido.
Ya no podía aguantar mucho más aquella exquisita tortura, sabía que él lo sentía.
─ Déjate ir nena, vamos córrete para mí. –Aquellas palabras hicieron que un orgasmo explosivo recorriera mi cuerpo como un huracán.
Apenas me di cuenta de que Daniel me sostenía entre sus brazos y me hacia rodear con mis piernas sus caderas para penetrarme.
Lo sentí en la entrada de mi vagina; él era tan grande y yo tan pequeña… entró en mí de una vez, sin ser brusco. Se quedó quieto y yo contraje mi vagina alrededor de su pene algo que lo hizo gemir con fuerza, volví a repetir la acción y el volvió a gemir. Lo miré su rostro estaba congestionado por el placer al igual que el mío.
─ Eres una gatita demasiado curiosa, pero como no dejes de hacer eso, esto no va a durar mucho.
Mordisquee el lóbulo de su oreja y con voz sensual le dije:
─ No quiero que dure, házmelo ahora por favor.
Le mordí el hombro, y lo hicimos rápido, con fuerza, no podía pensar solo gemir y escuchar los gemidos de Daniel. Sentía que estábamos cerca, muy cerca.
Daniel gemía, jadeaba a la vez que me penetraba una y otra vez con fuerza. Yo gemía mientras me agarraba a él con fuerza clavándole mis uñas.
─ Daniel ya no puedo más… –Logré decirle junto al oído en un susurro.
─ Esme… –Fue lo único que dijo con voz estrangulada.
Entonces ambos llegamos al orgasmo con fuerza, el gritó y yo quedé sorda, ciega y muda, solo podía ver estrellas a través de mis parpados. Exhausta me abracé a él.
“Esme, Esme” escuché de fondo, entonces noté que el ascensor se movía. Parpadeé, todo había sido imaginación mía.
─ Esme ¿Se encuentra bien? –Me preguntó Daniel.
─ Sí, sí estoy bien. –Logré decir con voz ronca por el deseo insatisfecho. Todo había sido tan real, lástima que solo fuera sido producto de mi imaginación… aunque si me lo proponía podría seducir a Daniel quien sabe…